martes, 1 de octubre de 2013

Cafetines de Buenos Aires

Mi abuelo tenía una rutina diaria, él se levantaba todos los días temprano y se iba, ya a eso de las nueve o diez de la mañana a tomar un café por Flores. Él vivía por allí, no es que se iba a Flores especialmente a tomarse su café. Y todos los días lo mismo, los mozos ya lo conocían y hasta a veces se ponía a charlar con gente, pero lo que él más disfrutaba era reflexionar sobre la vida. Más bien, reflexionar, no sé sobre qué reflexionaba exactamente. Puedo imaginarlo pero la verdad que los pensamientos de una persona van siempre muy rápido entonces a veces es muy difícil de dilucidar eso. Aquí es donde vienen algunas dudas, temores, alegrías, donde uno revisa cada una de las cosas que hace o que hizo, o las cosas que pasaron y en las que uno no tuvo nada que ver. Digo, más bien trato de referirme a las situaciones del día a día, no es que uno tenga ingerencia sobre todo o cada uno de esos procesos. En fin, él tenía ya su rutina armada, pero la disfrutaba de cierta manera, le gustaba ir siempre al mismo café a desayunar y luego salir a caminar un poco. A mí no me gustan las rutinas aunque cuando me pongo a pensar, desde luego que tengo las mías. Y uno sin darse cuenta va armando su vida de rutinas. Hasta los cazadores de cocodrilos tienen sus rutinas, digo, van cambiando de lugares pero siempre hacen cosas parecidas. Otra cosa es variar las actividades, desde luego como ellos siempre van a lugares distintos puede parecerle que no es una vida rutinaria. Y hasta es una actividad divertida, no me refiero a cazar de verdad, más bien a esos que tienen programas en la tele y van explorando. A mí me gusta viajar, el mes pasado alquilé unos departamentos en Buenos Aires solamente para ir a pasear. Es que fui a visitar a la familia, pero me dejé mucho tiempo para caminar, pasear, ir al teatro.